María del Pilar Cortés Rivas: la marea que nunca se rinde
En Buenaventura, donde el mar late con el rumor de la brisa llevando consigo historias de resistencia, en su corazón inmenso, y la brisa salada guarda secretos de ancestros que nunca mueren, nació hace 42 años Marial del Pilar Cortés Rivas. Mujer, madre, abogada y lideresa. Su vida es como ese oleaje persistente: golpeada por tormentas, pero siempre encontrando la manera de volver a levantarse. Su propósito nunca ha dejado de latir: defender la justicia y la dignidad de su pueblo.
Foto: Archivo personal | María del Pilar Cortés Rivas, en los brazos de su padre Carlos Cortés, en Tumaco.
A los quince años, su vida tomó un giro decisivo como quien se embarca en aguas desconocidas. Su madre, convencida de que la educación podía ser la manera más poderosa para defender a los suyos, la envió a Bogotá. En la Universidad Externado de Colombia estudio Derecho y se Especializó en Derecho Público e Innovación en la misma institución pero la capital fue también un escenario de dureza: el frío, la indiferencia y los muros de la indiferencia social que chocaban contra su identidad cultural. Aprendió entonces que las raíces no se arrancan, que el mar siempre llama y que su acento era un acto de resistencia político, en donde no todo camino es amable, pero cada piedra encontrada fortaleció sus pasos.
Hoy, desde Cali, María del Pilar ha encontrado un puerto distinto de calma y proyección. Allí crece junto a su hija, Mariana del Pilar, su motor y mayor amor, a quien dedica sus esfuerzos y sueños. Cada logro académico, cada experiencia profesional y cada batalla en los tribunales y en la administración pública tienen un hilo común: abrir caminos donde antes solo había puertas cerradas. Su voz ha resonado contra el racismo, contra las violencias basadas en género, contra todo lo que intente negar la dignidad de las personas.
En su memoria habitan con ternura los nombres de sus padres, Carlos Cortés, tumaqueño; y Juana Rivas, de Istmina, Chocó; y el legado de sus abuelos, Candelario y Victoria. De ellos heredó la mezcla de lo afro y lo indígena que nutre su carácter: fuerza, sabiduría y una inquebrantable convicción de que su vida está unida a la de su comunidad. Sus raíces son bastón y guía, recordándole siempre que no camina sola, sino con la fuerza de quienes la precedieron.
María del Pilar sabe que no todo se conquista de inmediato. El derecho le enseñó la importancia de los procesos, de los tiempos y de la paciencia. Ha comprendido que hacer política pública en Colombia implica navegar contra la corriente, pero también que la coherencia y la ética abren huellas firmes en terrenos movedizos. La suya es una práctica marcada por la humildad y la convicción de obrar bien, aunque el entorno no siempre sea favorable.
Foto: Archivo personal | María del Pilar Cortés Rivas, en la entrega de los premios afrocolombianos del año.“La educación, la capacitación y el compartir el conocimiento deben convertirse en nuestro mayor instrumento para que nuestra lucha nunca sea olvidada”, afirma con la serenidad de quien ha probado la fuerza de sus palabras. María del Pilar es, al fin y al cabo, hija del Pacífico: su energía la orienta, su fe la sostiene y su carácter la impulsa. Una mujer que ha hecho de la justicia no solo su oficio, sino su manera de amar al mundo.
Por: Jefferson Montaño Palacio
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