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Afro Reparaciones Históricas Contemporáneas


Afro Reparaciones Históricas Contemporáneas

Afro Reparaciones Históricas Contemporáneas


Esta semana, la canciller Rosa Yolanda Villavicencio, reiteró su compromiso con el cumplimiento de los acuerdos internacionales en materia de derechos de los pueblos afrodescendientes. Sin embargo, la pregunta que sigue viva es si estos compromisos se han traducido en transformaciones materiales y simbólicas que reparen la deuda histórica con quienes fueron víctimas de la trata trasatlántica, de la esclavización y del racismo estructural que aún persiste. La reparación no es un gesto simbólico: es una obligación ética, jurídica y política.


Por: Jefferson Montaño Palacio  


El concepto de reparaciones históricas ha sido desarrollado por el maestro filósofo e intelectual Achille Mbembe (2016); argumenta que la herencia colonial se perpetúa en las estructuras sociales, políticas y económicas de los Estados coloniales, generando nuevas formas de exclusión racial. Reparar implica, entonces, sanar tres dimensiones inseparables como: el territorio, lo espiritual, lo político y el cuerpo-cultural. Asimismo, Walter Minolo (2010) insiste en la necesidad de una “descolonialidad del saber” que reconozca las epistemologías afro e indígenas, silenciadas por siglos. Desde este horizonte, reparar no significa solo indemnizar económicamente, sino restituir la dignidad, los territorios y las formas de vida que fueron sistemáticamente negadas. 


La deuda no es solo legal. Es también territorial, cultural y política. Como lo señalan Catherine Walsh (2019) y el maestro académico e intelectual Boaventura de Sousa Santos (2018), reparar implica sanar territorios marginalizados donde habitan saberes vitales para enfrentar la Policrisis mundial —climática, económica, alimentaria y espiritual— los pueblos afro e indígenas poseen respuestas desde su relación con la tierra, el cuerpo y la memoria colectiva. Es urgente escucharlos y reconocer que el conocimiento no fluye únicamente de la academia hacia las comunidades, sino que debe construirse “de abajo hacia arriba”, con maestras y maestros, artistas, jóvenes organizados , las mayoras y mayores como protagonistas. La académia, en este escenario, no debe liderar, sino acompañar como un observador crítico; no debe ser un tutor, ni mucho menos un portavoz. 


La deuda no es nueva. En Colombia ya existe la Sentencia T-02 de 2004, en la que la Corte Constitucional declaró el “estado de cosas inconstitucional” frente al desplazamiento forzado. En el Auto 005 de 2009, reconoció la situación de riesgo y vulnerabilidad de los pueblos afrocolombianos y el Decreto Ley 4635 de 2011, el cual estableció mecanismos para la restitución de tierra y medidas de reparación para el pueblo negro-afrocolombiano. No obstante, después de 20 años, cabe preguntarse: ¿Qué ha hecho la Corte Constitucional para garantizar el cumplimiento de sus propias sentencias? ¿Cuál ha sido el papel de la Corte Suprema de Justicia frente al cumplimiento y defensa de los derechos colectivos afro e indígenas?  


Las reparaciones históricas no son un asunto de caridad ni mucho menos deben reducirse a políticas fragmentadas. Es un Itá que toca la raíz de la democracia colombiana. Como lo planteó Franz Fanon (1961), “la descolonización es siempre un fenómeno violento”, no necesariamente por la violencia armada, sino porque implica la ruptura de las jerarquías que sostiene el privilegio racial. Debe ser un proceso integral de sanación social: devolver tierras en lo rural y urbano, proteger territorios ancestrales de la devastación extractivista, reconocer jurídicamente los saberes y prácticas culturales como patrimonio vivo, garantizar la participación política real y transformar las estructuras racistas que aún persisten en las instituciones y los imaginarios sociales, dignificando los cuerpos racializados que han sido explotados y despreciados. 


Finalmente, Colombia tiene hoy en sus manos la posibilidad de ser vanguardia en materia de reparaciones históricas contemporáneas, no solo cumpliendo con sus obligaciones internacionales, sino reconociendo en los pueblos afro e indígenas un horizonte civilizatorio y alternativo. Es decir, no son víctimas pasivas, sino sujetos históricos con proyectos propios de vida y futuro. Colombia no puede seguir aplazando lo impostergable: la reparación no es solo deuda con el pasado, es la condición de una posibilidad para el futuro de la humanidad. 


Para cerrar en palabras del maestro Frantz Fanon (1961), “cada generación debe descubrir su misión, cumplida o traicionarla”. La misión de nuestra generación y pueblo en Colombia es clara: reparar para sanar y sanar para existir en dignidad nos vemos el próximo domingo con la continuidad de este poderoso tema. 


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