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Alí Ashanti Bantú: una candidatura necesaria para el alma de Colombia


Alí Ashanti Bantú: una candidatura necesaria para el alma de Colombia

Ali Ashanti Bantú: una candidatura necesaria para el alma de Colombia

En tiempos en que la democracia latinoamericana enfrenta sus demonios y desafíos más persistentes en --la exclusión, el racismo estructural, la corrupción y el olvido histórico--; la candidatura presidencial de Alí Ashanti Bantú, representa un acto de dignidad radical y una posibilidad política profundamente transformadora para Colombia.

 

Por: Jefferson Montaño Palacio

Este 19 de julio, en el corazón de Bogotá y en el histórico Hotel Tequendama, durante la convención nacional del Pacto Histórico, el movimiento afrocolombiano Somos Pueblo hizo lo que las fuerzas vivas del pueblo negro-afrodescendiente, hacen cuando quieren ser escuchados: levantar la voz y proponer un camino. En un espacio convocado en la ciudad de Bogotá, como espacio autónomo del pueblo negro-afrocolombiano, se manifestó por unanimidad la postulación, redacción clara y contundente, al camarada, hermano y coequipero Alí Ashanti Bantú como candidato a la consulta presidencial del Pacto Histórico.

La propuesta no es solo estratégica, es profundamente ética. Ali Bantú no es un político improvisado. Es un defensor de la vida y de los derechos humanos con trayectoria nítida y valiente. Como director del Colectivo de Abogados Justicia Racial, ha enfrentado sin titubeos las violencias del racismo institucional, ha exigido verdad y reparación para comunidades históricamente despojadas, y ha alzado la voz allí donde otros han callado. Su práctica profesional, jurídica y política encarna lo que en algún momento Frantz Fanon llamaba la lucha liberadora por una humanidad plena.

Colocar a un afrocolombiano en la contienda presidencial no es un gesto simbólico. Es un acto profundamente político y reparador. En una nación donde la negritud ha sido sistemáticamente excluida de las grandes decisiones del Estado, la figura de Ali Ashanti Bantú pone sobre la mesa una verdad incómoda: Colombia necesita romper con sus pactos de blanqueamiento institucional, los sofismas de distracción y quejas de la señora Vicepresidenta Francia Elena Marque Mina y dar paso a una democracia popular, pluriverbal y verdaderamente representativa entre mujeres y hombres, sin ambigüedades ni mucho menos sin sectarismos, ni grupitos selectos que de día son activistas, progresistas críticos y de noche se convierten en los mejores aliados y amigos de terratenientes, gamonales departamentales y empresarios corruptos.  

No obstante, más allá de lo étnico-racial, la candidatura de Ali Bantú interpela al país desde una ética de la justicia. En momentos donde el progresismo corre riesgo de diluirse en cálculos burocráticos y electorales, su voz es una brújula que señala hacia las raíces del conflicto: la desigualdad, la impunidad histórica, la racialización de la pobreza, el abandono estatal de territorios afro e indígenas y la captura oligárquica del poder.

Esta no es solo una candidatura afro. Es una candidatura desde el Sur, desde los márgenes, desde el Pacifico profundo y el caribe rebelde. Es una posibilidad de que Buenaventura, Tumaco, Quibdó, San Basilio de Palenque, el Palenque del rio Cauca y tantos otros territorios heridos, sean parte del centro político de nuestro Estado-nación.  

El Pacto Histórico haría bien en escuchar este clamor. La historia no perdona a quienes han ignorado y traicionado los vientos, el voto de confianza e ideales del pueblo negro-afrodescendiente en Latinoamérica, el Caribe y el mundo, cuando soplan desde abajo. El momento exige audacia, memoria y convicción política. No basta con incluir afrocolombianos en las listas o en los discursos. Es hora que uno de los nuestros ocupe el lugar que otras dejaron mal parados, roto, lacerado y denegado: la posibilidad de dirigir el país, de proponer una visión del mundo y de construir una Colombia donde la justicia no sea privilegio, sino derecho.

Por último, el camarada Alí Ashanti Bantú no es una outsider. Es la expresión viva de un país que resiste, que piensa, que sueña y que se organiza. Su nombre en la consulta presidencial no es una anécdota: es un mandato de la historia. Un mandato que el Pacto Histórico debe asumir si quiere seguir siendo, realmente, la esperanza del pueblo negro, raizal, palenquero, afrodescendiente.

Postdata: luego regreso para contarles de primera mano la bomba que se viene para el mundo desde el gobierno nacional, el gobierno del cambio.

 

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