Isabel Olaya Cuero: la maestra que nació entre sueños y luchas
En la calle Las Tijeras, entre la Primera y La Virgen, en el corazón de Buenaventura, creció una niña de ojos despiertos y corazón inquieto que soñaba con un país distinto. Su casa esquinera, siempre abierta, era el punto de encuentro de una familia extensa que venía desde Guapi, Cauca o el Anchicayá buscando abrigo, alimento y cariño. Allí, entre juegos y risas, entre las historias de los mayores y la brisa del mar, comenzó a formarse el carácter y la sensibilidad social de Isabel Olaya Cuero.
Hija de Aquilina Cuero de Olaya, una maestra del río Yurumangui, y de Juan Olaya Grueso, campesino del río Tapaje, Nariño, Isabel creció con el ejemplo de dos mundos: el del saber y el del trabajo en la tierra. Su madre, sindicalista y líder social, le enseñó a ser independiente, a no doblegarse, a creer en la educación como la llave de la libertad. “Tienen que llegar muy lejos”, les repetía a sus catorce hijos, convencida de que el conocimiento era la herencia más digna que podía dejarles.
El eco de esa enseñanza llevó a Isabel a la Universidad del Quindío, donde estudió Licenciatura en Educación Básica. Más tarde, su madre seguía siendo su faro: “El estudio es lo principal”, le decía Aquilina, y esa convicción la ha acompañado toda su vida.
Isabel no solo heredó la vocación pedagógica, sino también la fibra sindical. Cuando ingresó al Magisterio, su madre le dio una recomendación clara: afiliarse al sindicato. En ese espacio encontró su destino. A pocos días del fallecimiento de su madre, en 1985, dos compañeros —Óscar Grimaldo y Beatriz Moreno (Q.E.P.D.)— la invitaron a sumarse a una plancha para el SUTEV municipal. Sin saberlo, ese gesto marcó el inicio de una trayectoria sindical que la llevaría a recorrer todo el país y a ocupar espacios de liderazgo internacional.
Desde entonces, Isabel ha sido defensora incansable de la educación pública y de la justicia social. Ha representado con dignidad al Magisterio colombiano como dirigente del Ejecutivo de FECODE en dos periodos y hoy ocupa la vicepresidencia de la Organización Internacional de la Educación para América Latina y la Región Andina. Su voz ha resonado en asambleas, foros y encuentros donde ha defendido el derecho de niñas, niños y jóvenes a una educación de calidad y el de los maestros a ejercer su labor con dignidad.
La vida sindical no ha sido fácil. Isabel reconoce que los tiempos han cambiado: “Antes los maestros comprendían su tarea, había un sentido profundo de colectividad. Hoy el trabajo es más difícil, las dinámicas son otras y, debemos adaptarnos sin perder la esencia”. En medio de la era de la inteligencia artificial y los desafíos de un mundo que se transforma vertiginosamente, ella mantiene firme su convicción de que la educación sigue siendo el corazón de cualquier proyecto de nación justa.
Es madre de cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres, abuela de cinco nietos, Isabel Olaya Cuero ha sabido conjugar la ternura con la firmeza. Es una mujer de sueños grandes, de palabra serena y mirada luminosa, que ha dedicado su vida a abrir caminos para otros.
Hoy, con la misma esperanza que la acompañó desde aquella casa de Las Tijeras, sueña con llegar al Congreso de la República como Representante a la Cámara por el Valle del Cauca, en la lista del Pacto Histórico. Su propósito no ha cambiado: seguir defendiendo la educación, los derechos de los maestros y la dignidad de su pueblo.
Foto: Archivo personal | Isabel Olaya Cuero, precandidata a la consulta a la Cámara de Representantes.
Porque Isabel Olaya Cuero no solo es una maestra; es una heredera de luchas, una sembradora de sueños y una voz que recuerda que la educación no se defiende desde el discurso, sino desde la vida misma.
Por: Jefferson Montaño Palacio
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