#Ahora

7/recent/ticker-posts

Header Ads Widget


Entre la violencia electoral y la sombra del poder


Entre la violencia electoral y la sombra del poder

Entre la violencia electoral y la sombra del poder

El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay en Bogotá, perpetrado con la participación de un menor de edad, es una herida directa a la precaria democracia colombiana. No se trata solo de un ataque contra una figura política del Centro Democrático; es un fenómeno, es un síntoma del clima de tensión, polarización e impunidad que corroe la coyuntura electoral incluso antes de que inicie formalmente.

 

Por: Jefferson Montaño Palacio

Miguel Uribe, más allá de las simpatías o antipatías que pueda generar, representación, es una carta del uribismo para continuar su proyecto político en medio de una recomposición de fuerzas en la derecha tradicional. Su perfil joven y con resonancia mediática, le da al Centro Democrático un rostro más amable en contraste con las figuras históricas de su Partido, desgastadas por escándalos y divisiones internas. En ese contexto, un bloque político que, aunque venido a menos, aún tiene capacidad de influencia en las regiones y en sectores económicos clave.

El uso de un menor de edad como instrumento del atentado es especialmente perturbador. No solo por la gravedad del hecho, sino por el mensaje que transmite: hay estructuras –“criminales, políticas o lobos solitarios”- dispuestas a utilizar cuerpos descartables para ejecutar acciones de alto impacto. Esta práctica, tristemente normalizada en el conflicto armado y el narcotráfico, se traslada ahora al escenario político de las ciudades, donde el sicariato juvenil aparece como recurso silencioso, difícil de rastrear y altamente manipulable.

¿Quién estaría detrás de este atentado? Aunque todavía no hay evidencias públicas suficientes, las hipótesis apuntan en múltiples direcciones. Una posibilidad es la acción de mafias locales o estructuras delincuenciales al servicio de intereses políticos contrarios, quizá incluso de sectores que temen la recomposición del uribismo con rostros renovados. Otra lectura posible es que estamos ante un mensaje interno dentro del propio Centro Democrático; un ajuste de cuentas, una disputa por el poder que ya no se resuelve en las urnas ni en los comités políticos, sino con balas.

Miguel Uribe no es cualquier figura del Centro Democrático. Representa el intento de renovar el uribismo sin abandonar su legado. Es un hombre joven pero con apellido tradicional, conecta con sectores conservadores urbanos, elites empresariales y votantes desencantados de la polarización política no solo apunta a su vida, sino al tablero político nacional.

Este atentado nos obliga a preguntarnos: ¿Qué tanto hemos naturalizado la violencia como herramienta de competencia electoral? ¿Cuántas veces más tendremos que presenciar asesinatos, atentados o amenazas para comprender que sin garantías de seguridad no hay democracia posible?

Hoy más que nunca, es urgente una respuesta clara del Estado y de la Sociedad civil. No basta con condenas tibias ni mucho menos capturas simbólicas. Se requiere mucha más transparencia, justicia y una investigación que no tema tocar intereses de alto nivel. Este atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay no es solo un acto de violencia; es un intento de alterar las reglas del juego democrático en un país donde esta regla ya está profundamente erosionada.

 ¿A quién le conviene eliminar políticamente o físicamente a Uribe Turbay? El ataque envía un mensaje claro: alguien no quiere que Miguel Uribe llegue a la papelera presidencial. Su discurso enfocado en seguridad, institucionalidad y libre mercado, en medio de una sociedad polarizada y fragmentada, resulta incómoda para varios sectores.

 Finalmente, lo que está en juego no es solo una vida. En Colombia, los atentados políticos siguen siendo un recurso al que se apela cuando el juego limpio amenaza estructuras del poder enquistadas. El intento de asesinar a un senador de oposición en funciones debería encender todas las alarmas institucionales, no solo por su gravedad inmediata, sino por lo que revela del estado actual de la democracia: una democracia sitiada, frágil, donde las armas todavía pretender decidir lo que deberían definir los votos y conciencias limpias.


#MiguelUribeTurbay #AtentadoAlaDemocracia #ViolenciaElectoral #CentroDemocrático #LaSombraDel Poder

Publicar un comentario

0 Comentarios