Entre el 7 y 8 de junio de 2025, Colombia fue sacudida por dos temblores. El primero, simbólicamente de 0.10 grados en la escala “política”, tuvo como epicentro a Bogotá. El segundo, de 6.5 grados en la escala de Richter, estremeció a Paratebueno, Cundinamarca. Curiosamente, aunque el segundo fue un fenómeno natural de considerable magnitud, no dejó víctimas fatales; en cambio, el primero dejó al descubierto las profundas fracturas de la política nacional, afectando especialmente a la derecha colombiana.
Por: Víctor Manuel Garcia Ayala
El temblor político alcanzó con fuerza a Miguel Uribe, precandidato presidencial, a quien deseamos pronta recuperación. Él se convirtió en símbolo de las consecuencias de un sistema político que ha privilegiado a las élites tradicionales en su lucha por el poder. A diferencia de otros delfines políticos como Luis Carlos Galán y Álvaro Gómez Hurtado —quienes no contaron con la misma suerte ni con el oportuno auxilio médico—, Uribe sobrevivió a un atentado que aún levanta sospechas y cuya trama se sigue esclareciendo.
Las réplicas políticas de este temblor, según análisis incluso hechos con ayuda de inteligencia artificial, evidencian las grietas dentro del Centro Democrático. De un lado, un sector radical, encabezado por María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, José Félix Lafaurie y Vicky Dávila, exige fidelidad a las raíces ideológicas del partido. Del otro lado, figuras como Álvaro Uribe y José Obdulio Gaviria son señaladas de haber impuesto a Miguel Uribe como candidato a la Alcaldía de Bogotá y luego como cabeza de lista al Senado, pese a su discutido mérito y respaldo político. Denuncias internas apuntan incluso a manipulaciones en encuestas para posicionarlo como favorito, lo que ha encendido tensiones verbales dentro de la colectividad.
En medio de este ambiente crispado, se escuchó la voz del precandidato presidencial Santiago Botero Jaramillo, quien en el primer debate organizado por Asobancaria, propuso “darle balín” a quienes delinquen si llega a la Presidencia. Un discurso alarmante que coincide con atentados recientes a líderes políticos, ataques a la fuerza pública y acciones armadas del Frente Jaime Martínez de las FARC-EP, que buscan infundir miedo y forzar negociaciones políticas.
A todo esto se suma el llamado del presidente del Senado, Efraín Cepeda, la Procuraduría General, los expresidentes Pastrana, Santos y Gaviria, y diversos partidos de oposición, para desconocer la legitimidad del gobierno de Gustavo Petro. Así se arma un cóctel explosivo, disfrazado de “defensa de la seguridad”, pero que apunta peligrosamente hacia la desestabilización institucional e incluso un golpe de Estado.
Desde las comunidades afrocolombianas, observamos con claridad estas tensiones y decidimos actuar. Aunque el atentado contra Miguel Uribe no provocó la misma conmoción que los asesinatos de Gaitán o Galán, reconocemos que es parte del mismo entramado de violencia política que ha afectado históricamente a nuestro país.
Por eso, respaldamos la Consulta Popular por la Reforma Laboral, liderada por nuestro presidente constitucional el 11 de junio en Cali. En este contexto, nos auto convocamos como un espacio amplio, plural, afro centrado y transformador, comprometido con construir una Agenda Nacional Afrocolombiana robusta, integral y articulada al etnodesarrollo, la justicia racial y la autodeterminación de nuestros pueblos.
Tal como lo expresa nuestro hermano Jimmy Viera en su artículo “Una Agenda para el Segundo Congreso Afrocolombiano” (Revista Raya, 24 de mayo de 2025), este es el camino para alcanzar la paz social y económica en Colombia. Solo así, con participación real y justicia estructural, podremos evitar futuros “temblores políticos” que sacuden, no sólo a la institucionalidad, sino también a la esperanza de un país verdaderamente democrático.
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