“La Alpujarra: una verdad incómoda”
El pasado sábado, en el corazón del uribismo, Gustavo
Petro realizo una jugada audaz. En Medellín, cuna de Álvaro Uribe Vélez, el
presidente lideró una concentración masiva en la Alpujarra, con una
movilización que recordó que el poder simbólico también se disputa en las
plazas, no solo en los titulares de los grandes medios o en las bancadas del
Congreso. Por lo tanto, lo que realmente desató la tormenta no fue la masividad
del acto ni mucho menos su ubicación: fue la presencia de antiguos integrantes
de bandas criminales que, hoy, según el gobierno, apuestan por una paz urbana y
duradera.
Por: Jefferson Montaño Palacio
La reacción no se hizo esperar. Federico Gutiérrez,
alcalde de Medellín y Andrés Julián Rendon, gobernador de Antioquia, tildaron
el acto de “antiético” y “de mal gusto”. Les ofendió que el señor Gustavo Petro
diera la palabra a quienes antes empuñaron las armas en sus territorios. Lo que
no dijeron – o evitaron decir- es que muchos de estos hombres están hoy
sentados en mesas de diálogo gracias a una estrategia de sometimiento que ha reducido
en varios puntos los homicidios en zonas urbanas como Medellín y Buenaventura.
¿La paz urbana incomoda cuando no la administran desde el centro ideológico tradicional?
La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie advierte
sobre “el peligro de la historia única”, esa versión única del mundo que se
impone desde un relato dominante. En Colombia, el uribismo ha sostenido durante
más de dos décadas una narrativa de seguridad basada en el exterminio del “enemigo
interno”, donde solo hay buenos o malos, patriotas o terroristas. Petro, al dar
voz a los “malos”, rompe ese marco y, por eso, se escandalizan.
El filósofo francés Michel Foucault decía que “el poder
produce verdad”. En este caso, lo que se discute no es solo la ética del evento,
sino que verdades pueden ser pronunciadas y por quiénes. Que lideres sociales y
exintegrantes de estructuras criminales cuenten que hoy están apostando por una
vida sin violencia socava el discurso punitivista que sostiene buena parte del
prestigio político de sectores conservadores en Antioquia.
Sí, duele ver a antiguos victimarios hablando desde las
escalinatas de la Alpujarra. Pero ¿No debería doler mas la cifra de mas de 400
mil muertos y desaparecidos que ha dejado esta guerra? Como señalo el maestro y
Sociólogo Boaventura de Sousa Santos, “sin justicia social no puede haber paz
duradera”. Si estas voces aportan a esa justicia restaurativa ¿Por qué tanto
miedo? ¿Por qué tanto desprecio?
El uribismo teme a la narrativa de la reintegración
porque cuestiona su hegemonía moral. Prefiere recordar la guerra antes de
imaginar la paz. Pero el país necesita una política que se atreva a escuchar
incluso a los indeseables. Como escribió el maestro Eduardo Galeano “la
historia es un profeta con la mirada vuelta hacia atrás”. Tal vez Gustavo
Petro, con todos sus y excesos, este recordándonos que la única manera de
evitar repetir el horror es enfrentarlo, no negarlo.
La ciudad de Medellín, fue testigo de algo más que una
marcha presidencial. Fue testigo de la hipérbola social en donde la verdad incómoda,
de una paz que no encaja en los manuales del poder tradicional. La Alpujarra,
ese corazón endurecido de Antioquia, escucho voces que, aunque impopulares, también
hacen parte de este país herido que aún busca una salida pacifica y duradera a los diversos conflictos existentes en Colombia.
#LaAlpujarraMedellín#FicoGutierrezAlcalde#LaverdadIncomoda#AndrésJuliánRendonGobernador
0 Comentarios