Rudy Amanda Hurtado Garcés Carabalí es un nombre que resuena con la fuerza de su linaje africano, una herencia que lleva con orgullo, como un estandarte de resistencia y memoria. Su historia comienza en Timbiquí, Cauca, un rincón de Colombia donde el río y el mar tejen caminos de vida y donde el eco de los ancestros vibra en cada ola y en cada piedra dorada por el sol. Nació en un territorio que se alza con dignidad, construido por consejos comunitarios afrodescendientes tras la Ley 70 de 1993, donde la minería y la historia de la esclavización dejaron huellas imborrables. Ahí, en las aguas del río Timbiquí, está anclado su ombligo, como un testimonio eterno de raíces profundas e inquebrantables.
Activista del movimiento negro-afrocolombiano y antirracista, Rudy Amanda también es hija del movimiento étnico-territorial y estudiantil. Se formó como antropóloga en la Universidad del Cauca y se perfeccionó con un magíster en Sociología en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) de Ecuador, una oportunidad como fruto del compromiso solidario de la Revolución Ciudadana, del expresidente Rafael Correa, que permitió a muchos jóvenes latinoamericanos acceder a una educación crítica y transformadora su pensamiento crítico se nutrió en este espacio, donde la reflexión y el anhelo de justicia encontraron un hogar.
La sensibilidad de Rudy Amanda se expresa en su pasión por el teatro experimental, ese que despierta conciencias y da voz a los olvidados. Se sumerge en el "teatro del oprimido" de Augusto Boal, en la expresión vibrante del teatro Latinoamericano y en la memoria de Abdías do Nascimento. Su amor por la música también es su refugio es un vaivén entre ritmos del Pacífico que le fueron susurrados desde el vientre de su madre, el vallenato de despecho que abraza el alma y retumba en su sangre, el rock en español, donde la poética de Gustavo Cerati que le susurra poemas del rap contestatario. Su corazón también late con la trova cubana que le canta a la revolución. Su semana no está completa sin la voz del maestro Silvio Rodríguez y la huella imborrable que nos dejó el maestro Pablo Milanés (q.e.p.d.).
El cine le ha servido de espejo y de ventana, ha sido un compañero en su viaje por la memoria y la resistencia. Se reconoce en el arte cinematográfico de Spike Lee, en la narrativa del cine africano, francés, latinoamericano y caribeño, que le han permitido tejer puentes entre la historia y la identidad. En la literatura poética, Rudy Amanda se encuentra con las palabras de Candelario Obeso y Jorge Artel, se reconoce en las letras de Maryse Condé y en los versos que resguardan la historia de los pueblos afrodescendientes.
Su infancia en Timbiquí está marcada por el juego de la libertad, por carreras en busca de guayabas doradas, por la naturalidad de aprender a bañar (nadar) entre ríos y mareas. Desde niña, la disciplina la acompañaba: su uniforme de diario siempre lavado y planchado con esmero, su compromiso con la escuela y su entrega en las ceremonias religiosas del pueblo. Desde entonces, su liderazgo en la adolescencia se manifestaba como líder en el consejo estudiantil en su colegio y en su destacada trayectoria académica universitaria.
El vínculo con su familia ha sido un pilar en su construcción como ser político y social. En las reuniones de uramba, en el calor del hogar, forjó su pensamiento crítico y su amor por el conocimiento. Su padre, Álvaro Armando Hurtado Carabalí, hombre de río, agricultor y minero, le transmitió la valentía de los cimarrones de Saija. Su madre, Lucina Garcés, maestra y revolucionaria del pueblo mandinga, sembró en Rudy Amanda la dignidad y el compromiso por la educación y la comunidad. Como herencia familiar, también lleva el arte de la destilación del viche, el elixir (licor) sagrado del Pacífico.
Se reconoce a sí misma como una amante del siglo XIX, fascinada por la política y la revolución de las y los líderes afrodescendientes de las Américas y el Caribe. Su archivo personal está compuesto por las ideas y se reconoce con el pensamiento revolucionario en donde encontró cauce en los ideales de los Black Panthers y en la Revolución de los Colores de Black Faison. Se nutrió de las enseñanzas de George Jackson, Angela Davis, Assata Shakur y Fred Hampton. También abraza el legado de Maceo, José Martí, Salvador Allende, Thomas Sankara, Winnie Mandela, Patricio Lumumba y Frantz Fanon. En su biblioteca personal, conviven Manuel Zapata Olivella, Arnoldo Palacios y Rogelio Velásquez, guardianes del cimarronaje de la memoria afrocolombiana.
Su espiritualidad ha sido un viaje hasta la raíz, desde la Biblia hasta el marxismo, y de ahí con el tiempo encontró en su tío, autor del libro “Africanías de Cuba” quien le obsequió apostillas de santos yoruba, que transformaron su habitación en un santuario de memorias. La filosofía y el rastafarismo, influenciada por la música de Bob Marley. Su abuela, sabia y guardiana del saber ancestral le enseñó a escuchar la voz de la naturaleza, el poder de las plantas medicinales y a comprender su poder curativo, el lenguaje secreto de la tierra.
Rudy Amanda es hija de Shangó, coronada en la bella isla de Cuba, como santera en la regla de Osha y lleva con respeto y admiración la sabiduría de las maes de Brasil y los cimarronajes espirituales que resisten al olvido. Rudy Amanda es un puente entre la historia y el porvenir, una voz que se levanta por su gente, una memoria viva que resiste, un alma cimarrona que sigue tejiendo caminos de dignidad y justicia.
Rudy Amanda Hurtado Garcés Carabalí es un faro de memoria, una guardiana de la historia y una voz que canta, que lucha, que recuerda y que sigue tejiendo su camino con la tinta de los ancestros y el fuego de la resistencia.
1 Comentarios
Entonces estamos frente a una diosa?
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