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Los sembradores del nuevo Apartheid


Los sembradores del nuevo Apartheid

Los sembradores del nuevo Apartheid

En tiempos donde la historia nos exige dignidad y lucidez, duele constatar que los peores golpes no provienen siempre del enemigo que se reconoce, sino de aquellos que, llevados por ambiciones diminutas, reproducen las mismas lógicas de exclusión que decimos combatir. Lo que nos dejó para la vida, advirtió Frantz Fanon: “cada generación debe descubrir su misión, cumplirla o traicionarla”. Y en el Congreso Nacional Constituyente del pueblo negro-afrocolombiano, hay quienes han generado lo segundo.

 

Por: Jefferson Montaño Palacio

Lo que está en juego, no es una disputa burocrática o un desacuerdo administrativo. Es algo mucho más grave: la instauración silenciosa de un Apartheid interno, una política de barreras simbólicas y prácticas que fracturan al movimiento y desconocen la esencia de la lucha afro-popular. Cuando algunos se creen dueños del proceso colectivo, cuando manipulan espacios, ocultan decisiones, fabrican escenarios de poder excluyente y usan la institucionalidad para su beneficio personal, no solo violan los principios de participación: reeditan las mismas estructuras coloniales que decimos derribar.

Achille Mbembe, en su crítica sobre la necropolítica, recuerda que el poder que administra la vida y la muerte social no necesita siempre de armas: basta con controlar el acceso al reconocimiento, al diálogo y a la legitimidad colectiva. Lo que hacen ciertos actores hoy es exactamente eso: pretenden decidir quién entra, quién habla, quién representa, quién es visible y quién debe ser silenciado. Ese comportamiento pequeño, mezquino y profundamente anti-negro es la negación absoluta del proyecto político afrodescendiente mediante el cual lo he denominado Obnomicidio étnico-racial.

Pero un movimiento que excluye se suicida, como advertía Bell Hooks al denunciar la reproducción de jerarquías de dominación dentro de las comunidades racializadas. La trampa de la representatividad superficial, esa donde se habla en nombre del pueblo para luego operar como élites negras mimetizadas, es uno de los peligros más corrosivos para nuestra emancipación.

La coherencia o la impostura política no es un discurso, es una práctica cotidiana. No basta citar a Malcolm X si se actúa como sus opresores. No basta invocar la memoria de cimarrones mientras se toman decisiones entre cuatro paredes. No basta usar el lenguaje de la lucha si cada paso contribuye a la fragmentación del pueblo negro afrocolombiano.

El gran dirigente político y panafricanista Kwame Nkrumah insistía en que la descolonización requiere disciplina ética, claridad de propósito y una convicción que no flaquea ante los pequeños intereses. Y aquí, quienes hoy juegan a dividir, manipular y crear estructuras paralelas no sufren falta de conocimiento: sufren de carácter, ética ´profesional y humanismo el cual le hace falta a este “grupito de los sembradores del nuevo Apartheid.

¿Qué se traiciona? No se traiciona a quienes participan en el Congreso Nacional Constituyente del pueblo afrocolombiano. Se traiciona la memoria de Benkos Biohó, que entendió que la libertad es colectiva o no es. Se traiciona a todo un pueblo afrodescendiente que ha puesto muertos, desaparecidos, líderes asesinados, dirigentes políticos y defensores de derechos humanos exiliados, y territorios saqueados.

Se traiciona a las juventudes que creen en un proyecto político que los represente sin repetir los vicios de los partidos tradicionales. Se traiciona la posibilidad histórica de construir una voz unificada en el país más anti-negro de América Latina. Quienes hoy generan caos, exclusión y autoritarismo en el movimiento afrodescendiente no están en disputa política: están en un proceso de degradación moral.

Es necesario hacer un llamado a la altura política del momento. Este es un llamado directo, sin adornos: no hay un proyecto afro-popular posible, sin ética. No habrá una liberación posible sin coherencia. No habrá victoria posible si permitimos que el Apartheid interno se normalice.

Es más que necesario volver al principio, volver a lo esencial, a la transparencia total. A las decisiones colectivas y públicas, al respeto por las bases y por la inteligencia política del pueblo negro afrocolombiano. El relevo generacional con ética panafricanista, no con apetitos personalistas encarnados en figuras que ya no están entre nosotros (los muertos), la construcción de legitimidad a partir del servicio, no del prestigio vacío.

Es el momento de recuperar la mística que Stuart Hall llamaba “política de articulación”: la capacidad de unir, y no de fracturar; de fortalecer, y no de excluir; de abrir caminos, y no de cerrarlos. ¿Por qué el futuro del Congreso Nacional Constituyente del pueblo negro afrocolombiano debe depender de una sola persona? ¿Estamos construyendo una casa grande común para todos, o un pequeño feudo para pocos?

Finalmente, la convicción es la frontera; la historia nos está observando. El pueblo negro afrocolombiano nos está observando. Nuestros ancestros nos están observando.

Y cómo diría Fanon con la crudeza de quien vio la traición desde dentro: “la historia nos juzgará por la práctica, no por el discurso”. A quienes persisten en dividir, manipular y traicionar: la lucha del pueblo negro afrocolombiano popular seguirá sin ustedes. Lo que no seguirá es la impunidad política del Obnomicidio étnico-racial entre nosotros.

Nos vemos como cada sábado el próximo 22 de noviembre en la Mesa de Impulso de Cali, del Congreso Nacional Constituyente del pueblo negro afrocolombiano en la Universidad Santiago de Cali.  


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