José Castor Carabalí Castro, “Chepe”: el precursor cultural de Tumaco
José Cantor Carabalí Castro, mejor conocido como Chepe, Chepito, Chepara, Chepulongo o Cheposky, es un hombre que encarna la esencia misma de Tumaco, una tierra rica, en historia, cultura y afecto solidario. Nació el 26 de diciembre de 1957, bajo su signo zodiacal Capricornio, cuya energía inquebrantable viene dejando huella ancestral en la vida cultural y literaria de su pueblo natal y más allá de sus fronteras.
Fue criado en una familia donde el amor, el cariño y la amistad eran las piedras angulares de la vida diaria, Chepe es hijo de Francisco, un agricultor letrado de Dosquebradas del Río Caunapi, y de Tulia Castro Arboleda, pedagoga de Salahonda hoy (Francisco Pizarro). Desde pequeño, se rodeó de figuras que lo impulsaron a estudiar, creer y, sobre todo, a ser un líder natural. El valor de la educación lo marcó desde el principio. Su madre, siendo una educadora comprometida, y su padre, aunque dedicado al campo, siempre creyeron en la educación superior como el camino para transformar realidades.
Foto: Archivo personal | José Castor Carabalí Castro, junto a su querida madre e hija en Tumaco.
Chepe comenzó su formación en el Instituto Max Seidel dirigido por el maestro Telmo Leusson, quien es considerado uno de los más grandes historiadores de Tumaco. En esta institución, se gestó una de las primeras semillas del liderazgo de Chepe, quien no solo se destacó por su rendimiento académico, sino también por su capacidad para unir a los demás, fundando equipos de fútbol como Juventud de Nariño y Sport Boys, dos emblemas de la Juventus tumaqueña.
Tras completar su bachillerato en el Colegio Liceo Nacional Max Seidel, Chepe continuó su camino en la educación, desplazándose a la ciudad de La Virgen, departamento de Risaralda, donde trabajó en el Ingenio Risaralda, pero pronto se dio cuenta que ese trabajo no se alineaba con sus aspiraciones a futuro. Entonces, como muchos jóvenes de su tiempo, emprendió el viaje hacia la capital del país, Bogotá, con la esperanza de estudiar Derecho.
En la Universidad Externado de Colombia, su vida dio un giro significativo. A pesar de las dificultades y el desafío de ser una minoría en un entorno desconocido, de entre los 6400 estudiantes, Chepe y su amigo Darío Peña, del Choco, nunca permitieron que la discriminación los afectara, siendo ellos dos personas afros en esa universidad. Al contrario, se sumergió en su educación, con la mirada puesta en un futuro lleno de posibilidades. El rector Fernando Hinestroza Forero, Chepe recuerda con mucho cariño que fue quien lo apadrino, llamándolo “sobrino”, y fue en ese contexto donde Chepe desarrolló sus primeras habilidades como orador y líder, participando en su primer recital tertulia en 1980, moderado por el maestro Carlos Medellín Forero.
En 1992, Chepe dio un nuevo paso en su carrera al convertirse en asesor parlamentario del Representante a la Cámara Jesús Romero Ruano. Aunque su afiliación política era liberal, su trabajo en el Movimiento M-19 también marcó una etapa importante en su vida. Estos momentos fueron claves para su evolución, porque allí no solo trabajó en el ámbito político, sino que también amplió su visión sobre el país, sus regiones y las luchas sociales que aquejaban a las comunidades más vulnerables.
A lo largo de su vida, Chepe se rodeó de figuras que lo marcaron profundamente: desde el rector Fernando Hinestroza hasta Manuel Gaona Cruz, Rodrigo Lara, Emilsen de Cansino, Carlos Medellín y Joaquín Vanin Tello. Todos ellos, junto con sus propios padres, le enseñaron la importancia de la educación como herramienta para la liberación y la construcción comunitaria.
Sin embargo, la historia de Chepe no se detiene ahí. A lo largo de su vida, Chepe ha mantenido un fuerte vínculo con su tierra natal, Tumaco, un lugar lleno de vida y contrastes, donde la gente, como él, trabajo incansablemente para dejar un legado. A pesar de los desafíos que la vida le presentó, siempre volvió a su tierra, y su amor por Tumaco, su gente y su cultura nunca se desvaneció. Sus hijos, María José y sus otros hijos adoptivos, y su familia extensa, son testigos de este amor incondicional por su tierra.
El destino, como si quisiera cerrar un ciclo de unión y fortaleza familiar, le dio a Chepe una señal triste, pero simbólica: tanto su madre como su padre fallecieron un 11 de octubre, en 2003 y 2017, respectivamente. Quizás esto sea un reflejo de esa profunda conexión familiar y cultural que Chepe nunca olvidó, como si fuera el último acto de su vida el rendir homenaje a quienes le dieron las alas para volar y la tierra que le enseñó a soñar.
Hoy, más que nunca, Chepe continúa siendo una figura central en la cultural de Tumaco y en medio del movimiento afrocolombiano en general. Su vida, marcada por la lucha, el amor por su tierra y su incansable deseo de educarse y educar a los demás, lo convierten en un referente no solo para los jóvenes tumaqueños, sino para todos aquellos que creen en el poder de la educación, la familia y la cultura como instrumento de transformación social.
Chepe ha sabido, con humildad y empeño, construir un legado que va más allá de lo académico y político, un legado que se teje en las historias que cuentan, en los proyectos culturales que lidera y en el ejemplo de vida que brinda a las nuevas generaciones. Como un mejor futuro, siempre con los pies bien plantados en la tierra que lo vio nacer.
José Castor Carabalí Castro, “Chepe”, más que un nombre, es un símbolo de resistencia, amor y esperanza. Y su legado cultural y literario vivo en las voces de quienes lo conocieron, lo admiraron y, sobre todo, lo llevaron en el corazón.
Por: Jefferson Montaño Palacio






0 Comentarios