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Moralina Marquesina


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En recientes declaraciones mediáticas, la vicepresidenta Francia Márquez ha insinuado que el gobierno del presidente Gustavo Petro es “racista y patriarcal”, y que no cuenta con las garantías necesarias para ejercer plenamente sus funciones. Sin embargo, sus afirmaciones carecen de una argumentación concreta o ejemplos específicos que las sustenten y omite el hecho de que esta administración ha nombrado a cuatro ministras, cuatro embajadores y un canciller afrodescendientes, además de una embajadora indígena ante la ONU, un cónsul en Venezuela y múltiples directores y asesores ministeriales con enfoque étnico. La paridad de género también se mantiene como principio rector en la composición del gobierno.


Por: Víctor Manuel García Ayala

Es cierto que estos nombramientos pueden responder a compromisos partidistas más que a una agenda transformadora desde lo étnico y lo racial. Tampoco desmienten la existencia de un Estado históricamente patriarcal, racista y capitalista. Por eso, el verdadero reto está en que el Ministerio de Igualdad no se quede en la simbología, sino que haga pedagogía estructural, genere política pública efectiva y transversalice el enfoque diferencial en toda la institucionalidad del Estado.

Acusar a Petro de racista o patriarcal no es nuevo. Lo han hecho antes, con ironía, figuras como María Fernanda Cabal o Paloma Valencia. Sin embargo, para el ciudadano común, para el “Pablo Pueblo”, Petro es visto más como progresista, incluso indigenista. Cree en los movimientos sociales, pero no en los “colectivos individualistas”. ¿Qué es de izquierda? Tal vez no del todo. Es más bien un coronel Aureliano Buendía, aferrado a los pilares del “acuerdo sobre lo fundamental” de Álvaro Gómez y el “¡a la carga!”, de Jorge Eliécer Gaitán. Se ve a sí mismo como un pueblo encarnado y como todo caudillo, no deja crecer a nadie a su lado. Ni siquiera prepara un heredero. En ese sentido, en el pueblo negro-afro también tuvimos nuestra propia “Petra”, Piedad Córdoba. Francia Márquez intentó ocupar ese lugar desde el discurso colectivo, pero se distanció de las organizaciones-movimiento afro que la impulsaron.

Su narrativa del “Soy Porque Somos”, el “Vivir Sabroso”, el llamado a que la “Dignidad se Haga Costumbre” y su identificación con “Los Nadie” le sirvieron para construir un proyecto político con legitimidad popular. El Polo Democrático la adoptó como candidata vicepresidencial tras una consulta en la que obtuvo más de 720 mil votos al Congreso y 1.2 millones en la presidencial. Así llegó al Pacto Histórico, junto con los 23 mil votos que aportó el SPS. Pero hoy, esa narrativa parece desconectada de la realidad del poder.

Desde el inicio, la vicepresidenta ha sido blanco de ataques racistas, clasistas y misóginos, tanto en medios como en la política tradicional. Se le ha tratado de inexperta, se le ha hostigado hasta el límite emocional, y en lugar de responder con estrategia, ha caído en respuestas viscerales. Se ausentó de los consejos de gobierno donde se definen las políticas públicas, se distanció del ministro en su reemplazo Carlos Rosero, evitó compartir espacios con Benedetti y Laura Sarabia, y llegó incluso a declarar que en Suárez, Cauca, su gente se sentía más atendida durante el gobierno Duque que con el actual.

Tomó decisiones no articuladas con el resto del gabinete, impulsó una agenda paralela con Alexander López para alcaldes y gobernadores, y sembró dudas sobre su participación en la consulta popular promovida por el propio gobierno. Esto último fue visto por muchos como un gesto de deslealtad política e institucional.

En el plano internacional, su desempeño ha sido errático. Antes de posesionarse, visitó la USAID acompañada de Epsy Campbell, ha buscado interlocución directa con parlamentarios afroamericanos sobre temas de gobierno sin la debida delegación presidencial y anunció una visita al Papa sin autorización del presidente. Presentó la realeza británica como ejemplo para los jóvenes de la primera línea, olvidando que los imperios no enseñan solidaridad, sino sumisión.

En la lógica de las élites globales, el “águila no caza moscas”: las cultiva, les da becas Fulbright, las forma en Georgetown, las entrena para liderar ONG y les ofrece tribunas en la ONU. Así crean una casta afro ilustrada, filantrópica, académica y políticamente brillante, pero desconectada de sus bases. Hoy vemos a una exministra Aurora Vergara candidatearse, mientras Paula Moreno ya se mueve con soltura entre fundaciones como Ford. En ese juego, Francia debe cuidarse: no todo lo que brilla es poder verdadero.

Con quienes la elegimos, aún tiene una deuda inmensa: ayudar a convocar el Segundo Congreso Constituyente Afrocolombiano, articular una agenda nacional afrocentrada, transformadora, horizontal, asambleísta, basada en consensos y acción directa. Así lo plantea el maestro Jimmy Viera en su artículo “Una Agenda para el Segundo Congreso Afrocolombiano” (Revista Raya, 24-05-2025).

Porque sí, es humano equivocarse. Y el pueblo negro-afro sabemos “ubuntuar”. Pero más allá de los trinos ruidosos y las confrontaciones mediáticas, lo que necesitamos es menos moralina marquesina, y más acción colectiva, claridad estratégica y compromiso real con las luchas que la llevaron al poder.

 

Este texto es una columna de opinión crítica que mezcla ironía, análisis político y un fuerte tono de advertencia hacia la figura de Francia Márquez, vicepresidenta de Colombia. Se titula "Moralina Marquesina", con evidente intención satírica, y busca evaluar la actuación política e institucional de Márquez en el contexto del gobierno de Gustavo Petro.

 

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