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Decreto 1456 de 2024: ¿Protección cultural o comercialización del Viche?


Decreto 1456 de 2024: ¿Protección cultural o comercialización del Viche?

El equipo de la vicepresidenta Francia Márquez Mina, en su afán de proteger y promover la identidad cultural de Colombia, ha expedido el Decreto 1456 de 2024, a través del Ministerio de las Artes, los Saberes y las Culturas mediante un reglamento que se basa en la Ley 2158 de 2021, conocida como la Ley del Viche. Esta ley tiene el noble propósito de proteger la bebida ancestral del Pacífico colombiano, (el Viche o Biche), al reconocer su valor cultural, legado histórico y territorial. Sin embargo, este decreto genera una preocupación importante al poner en evidencia un notorio conflicto entre la preservación de la tradición ancestral y su transformación en un producto netamente comercial.


Por: Jefferson Montaño Palacio

 

 El contexto de la Ley del Viche

La Ley 2158 de 2021, promulgada bajo el liderazgo del Gobierno Nacional, se fundamenta en la necesidad de salvaguardar el Viche, una bebida alcohólica elaborada a partir de la caña de azúcar y frutos nativos del Pacífico colombiano, que ha sido parte fundamental de la cultura de los pueblos afrodescendientes de la región del andén pacifico por siglos. Su consumo ritual, familiar y social ha representado un legado invaluable para los habitantes del Chocó, Valle del Cauca, Nariño, Cauca, y otras zonas del Pacífico.

El propósito inicial de la ley era preservar esta tradición y asegurar que el Viche se mantuviera como un elemento cultural de valor incalculable, en lugar de ser reducido a un simple producto comercial. El enfoque debía estar en su reconocimiento y protección, fomentando la continuidad de la tradición y las prácticas ancestrales asociadas con su producción.

El giro comercial del Viche en el Decreto 1456 de 2024

El Decreto 1456 de 2024, si bien ha sido celebrado como un avance en el papel del Estado para proteger las costumbres y tradiciones del pueblo afro, ha recibido duras críticas de quienes alertan sobre un giro hacia la mercantilización de este patrimonio cultural. En lugar de concentrarse exclusivamente en su protección ancestral, el decreto regula el Viche dentro de un marco de comercialización, lo que puede llevar a una desvirtuación de su carácter originario.

El decreto establece que la producción, distribución y comercialización del Viche deberá cumplir con ciertas normas sanitarias y de calidad. Esto, en principio, no parece ser un aspecto negativo, ya que garantiza un control sobre el producto en términos de seguridad. No obstante, al regular la bebida dentro de un mercado formal, surge una problemática clave: ¿Se está cuidando realmente la ancestralidad del Viche, o se está dejando que se convierta en un simple producto más dentro de la economía de consumo masivo?

Las organizaciones y comunidades productoras del Viche han señalado que la implementación de regulaciones tan estrictas y la incorporación de este producto en las dinámicas comerciales pueden llevar a una desnaturalización de la bebida y de las prácticas culturales asociadas a su elaboración. La producción del Viche, que tradicionalmente ha sido una actividad comunitaria de pequeña escala, corre el riesgo de transformarse en una industria con fines comerciales que podría ir en detrimento de los valores ancestrales, espirituales y comunitarios que la rodean.

¿Una amenaza para la identidad cultural?

Es evidente que, al pasar del ámbito de la tradición a la producción masiva, el Viche podría perder su esencia como símbolo de identidad y resistencia cultural. El decreto, si bien establece mecanismos de salvaguardia, también plantea una contradicción al considerar al Viche como un bien económico susceptible de ser explotado bajo los mismos criterios del mercado convencional de licores.

Esto pone en evidencia una tendencia que ha sido recurrente en muchas políticas culturales: la explotación de elementos tradicionales como una fuente de ingreso, sin que ello garantice una verdadera protección a las comunidades que son sus portadoras. El riesgo es claro: la mercantilización del Viche podría generar distorsiones en sus métodos de producción, introduciendo ingredientes y prácticas ajenos a la tradición, lo que afectaría no solo el sabor y la calidad del producto, sino también el tejido social que sostiene su elaboración.

Una oportunidad perdida para el verdadero reconocimiento cultural

La regulación del Viche bajo un enfoque comercial, lejos de ser una solución, podría ser una oportunidad perdida para garantizar la preservación real de esta bebida como patrimonio cultural. En lugar de establecer mecanismos que permitan a las comunidades seguir produciendo el Viche dentro de sus propios ritmos y reglas, el decreto prioriza la integración de esta bebida en el mercado global. En vez de fortalecer las economías locales y garantizar el respeto por las prácticas ancestrales, se corre el riesgo de que el Viche se convierta en otro artículo más dentro de la vasta oferta de bebidas alcohólicas disponibles en las estanterías de tiendas y los supermercados, despojándose de su conexión con la tierra, la historia y las costumbres de los pueblos del Pacífico.

Por último, este Decreto 1456 de 2024 y su vinculación con la Ley 2158 de 2021 representan un avance legislativo en términos de la protección cultural, pero también reflejan una contradicción peligrosa. Si bien se busca dar visibilidad y reconocimiento al Viche, este también corre el riesgo de perder su esencia ancestral a favor de un modelo económico que podría diluir su valor cultural. La verdadera salvaguardia del Viche no debería ser un simple ejercicio de regulación, sino un esfuerzo por reconocer y proteger las comunidades productoras, permitiéndoles continuar con sus prácticas sin ser absorbidas por la lógica del mercado. Solo así el Viche podrá seguir siendo un símbolo vivo de la identidad afrocolombiana del Pacífico, en lugar de convertirse en un producto más de consumo masivo.

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