Les basta con vernos divididos
Cada ciclo
electoral vuelvo a escuchar las mismas frases repetidas con resignación y, a
veces, con cinismo: “los negros no votan”, “los negros están de moda” “los
negros son solo rumba” “los afros no se ponen de acuerdo”, “ellos son minorías”.
Insistir en que el pueblo negro-afrocolombiano es una minoría política es
repetir, quizás sin notarlo, una de las mentiras y narrativas más eficaces que le
hace juego al racismo cultural que históricamente ha administrado nuestra exclusión
del poder.
Por:
Jefferson Montaño Palacio
No lo
somos. Somos millones, en un territorio, somos cultura, somos economía popular
y memoria histórica. Lo que no hemos sido hasta el momento es poder político
organizado de manera estratégica y sostenida en el tiempo.
Los
datos demográficos y territoriales lo confirman: millones de afrocolombianos
habitan las ciudades, los litorales, los ríos y los barrios populares del país
y también internacionalmente. Sostienen la economía informal, la cultura, el
trabajo portuario, el cuidado, la música, el arte, la academia, la espiritualidad
y la resistencia cotidiana. ¿Cómo puede llamarse “minoría” a un pueblo que
define la identidad nacional, pero no decide el rumbo del Estado?
El
maestro Manuel Zapata Olivella advirtió con lucidez cuando afirmó que “la
historia del negro en Colombia ha sido contada sin el negro como sujeto”. Esa exclusión
como narrativa se tradujo en exclusión política. Votamos dispersos, no de forma
unida; rara vez pensamos la política colectivamente como proyecto de poder, no
individualmente.
El
comportamiento electoral afro no puede reducirse a la caricatura de la apatía.
Como diría Aquiles Escalante, el resultado de una ciudadanía históricamente negada,
incorporada al estado solo en los márgenes y en los momentos de conveniencia. Cuando
el voto afro aparece fragmentando, no es desinterés: es desconfianza acumulada,
es memoria de promesas rotas, es cansancio y desilusión de ser
instrumentalizados.
El mítico
Arnoldo Palacios escribió que el racismo no solo hiere el cuerpo, también “fractura
la voluntad”. Esa fractura se expresa hoy en la atomización de liderazgos, en
la proliferación de candidaturas sin proyecto común, en la disputa entre iguales
mientras el poder real permanece intacto. El racismo estructural no necesita
prohibirnos participar: le basta con vernos divididos.
El
comportamiento electoral afro no es apatía: es desconfianza histórica. Votar por
los mismos partidos que nos recuerdan solo en campaña no es participación, es
sobrevivencia política. Pero esa desconfianza, cuando no se transforma en organización,
termina siendo funcional al statu quo. La abstención no castiga al sistema; lo
legitima.
Uno de
los problemas identificados del pueblo negro-afrocolombiano no es la falta de
derechos en el papel, sino la ausencia de poder político propio para hacerlos
cumplir. Y ese poder no se decreta; se construye. Sin unidad estratégica, el
voto afro se convierte en botín ajeno. Sin organización, la representatividad
es simbólica y frágil.
La
vicepresidenta Francia Elena Márquez Mina, dijo sin rodeos antes de llegar al
Estado: “No se trata de llegar, sino de transformar las reglas del juego. Llegar
sin organización es llegar solo; y llegar solo es llegar débiles”. Por eso el
problema no es cuántos somos, sino cómo actuamos estos más de doce millones de
afrocolombianos, siendo el tercer país después de Brasil y EE.UU., con personas
afro y cómo mantener la coherencia políticamente cuando se asume la toma de
decisiones.
Por último, decir
que no somos minoría no es un eslogan identitario: es una afirmación política
radical. Significa asumir que el poder ya existe, pero está disperso. Y en
política, la dispersión siempre favorece al opresor. Mientras sigamos creyendo
que somos pocos, seguiremos actuando como tales. Mientras continuemos actuando
como tales, otros seguirán decidiendo por nosotros.
Esta
columna de opinión no busca consolar, busca incomodar porque el pueblo
negro-afrocolombiano no necesita más discursos de reconocimiento; necesita organización,
ética pública y proyecto político común. El racismo se combate denunciándolo,
sí, pero sobre todo construyendo poder. Y el poder que no se organiza, se
pierde.
Nos vemos pues, acompañando en las calles a nuestros cuadros a la Cámara de Representantes del pueblo negro-afrocolombiano, la lista del Pacto Histórico al Congreso y a nuestro compañero Iván Cepeda Castro como el próximo presidente de Colombia.
#CamaraAfro #PartidosPoliticosCol #PactoHistorico #LesBastaConVernosDivididos #CNECol

0 Comentarios